NOTA: Para leer este artículo deberá hacerse alguna sustitución de palabras.
Donde ponga play-station deberá leerse violín y viceversa (violín & play-station)
Donde ponga piano deberá leerse balón de fútbol y viceversa (balón de fútbol & piano)
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Dos madres hablan y hablan de lo mundano y de lo divino en un parque cualquiera. En un momento dado su conversación toca lo cotidiano.
– Su padre le ha comprado un violín, y ahora los dos están todo el día jugando y jugando. Que si ahora me toca a mí, que si tú has estado más rato. No sé si lo ha comprado para él o para su hijo. Dudo que sea muy bueno para su educación dedicarle tanto, y tanto tiempo al juego.
– Pues en mi casa ocurre algo parecido alrededor de un piano. Desde ayer no hay otra conversación entre padre e hijo que el dichoso mundo del piano, y en todo momento están jugando. Ha llegado el punto de que se le olvida la hora de la merienda y le tengo que amenazar – ó vienes a merendar ó te quito el piano –. Sin embargo con la play-station lo llevamos peor. El profesor le dice que cada día tiene que estudiar, al menos una hora, y hay días que si no estoy encima ni se acerca. ¿has estudiado la play-station? – le pregunto- ¿No te manda deberes el profesor?. Mira que mañana tienes clase y aún no has dejado de jugar ni diez minutos.
– Lo mismo que sucede con el violín de mi chico, y su padre ni me escucha, no me entiende. Manolito – le digo – deja de jugar con el violín y ponte a estudiar un poco el balón de futbol. Recuerda – hijo mío – primero la obligación y después la devoción.
– Lo de jugar, ya saben… ¡ pero lo de estudiar es otra cosa ! .
– Yo creo que es un problema de madurez. Me parece que no son lo suficientemente maduros para saber lo que quieren.
¡Ay! ¡El mundo al revés!
Que bien nos haría saber utilizar el verbo ‘jouer’ de los franceses, o el verbo ‘to play’ de los ingleses, para entender que un niño nunca debe estudiar música. Posiblemente el primer error lo encontramos en la semántica, pero el segundo y más importante es el deseo.
Un niño no puede entender el juego como una obligación. Se le olvidará merendar cuando esté disfrutando con lo que hace. Ese es el camino del estímulo: el disfrute, el goce, el divertimento.
Otra cuestión será como alimentar su deseo para que hacer música tocando un instrumento no sea un estudio aburrido, una obligación, sino un juego: ‘To play piano’, ‘jugar con el piano’, ‘to play violin’, ‘jugar con el violín’.
Será otra cuestión…
Santiago Sáenz